En la situación de pandemia que estamos viviendo ahora, donde todos los aspectos de la vida se han paralizado o, directamente, se han puesto «patas arriba», resulta difícil hacerse una idea de cómo va a influir esta situación en el sector energético y cuál va a ser su evolución.
Si nos retrotraemos al momento previo a esta crisis sanitaria, a nivel mundial nos encontrábamos con un barril de petróleo barato, lo que favorecía su consumo. Creo que el auge de las líneas aéreas de bajo coste era una de sus consecuencias, y la facilidad con que se podía viajar de un extremo a otro del planeta. Por otro lado, a nivel de España, las circunstancias parecían bastante halagüeñas, con la recuperación del primer puesto a nivel europeo como generador de energía solar, y con unas perspectivas para seguir incrementando durante 2020 la potencia de esta forma de energía renovable. A ello había que añadir la drástica disminución del uso del carbón debido al alto precio del CO2, del 14% en 2018 al 5% en 2019, con el consiguiente descenso en la emisión de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, el impacto de las medidas para evitar los contagios del SARS-Cov2, no solo durante el periodo de confinamiento sino, sobre todo, después, resulta difícil de prever. Los vuelos de bajo coste que comentaba antes, que facilitaban el desplazamiento de grandes cantidades de personas, el turismo internacional, y todos aquellos viajes que no sean imprescindibles, se limitarán en gran medida, ya que también es la forma más sencilla de que el virus se extienda de un país a otro. Teniendo en cuenta que el transporte es uno de los sectores que más energía consume, y además de combustibles fósiles, el impacto sobre el petróleo va a ser importante. De hecho, la semana pasada el barril de petróleo West Texas utilizado en EEUU, se desplomó hasta precios negativos, algo inimaginable hasta hace bien poco.
Por otro lado, la situación de escasez de productos básicos sanitarios y de higiene que han sufrido Europa y EEUU, como consecuencia de haber trasladado durante los últimos años los medios de producción a China para abaratar los costes de mano de obra, supongo que también tendrá su repercusión. Si toda esa industria volviera a Occidente, me imagino que se ahorraría también en el transporte de las mercancías, ya que se producirán mucho más cerca del consumidor, a costa de aumentar el consumo del sector industrial.
Son únicamente dos aspectos de los muchos que se van a ver afectados, pero creo que el petróleo es el que va a sufrir la caída de la demanda más importante, por la dependencia que de él tiene el transporte. Si a ello se une la apuesta por las renovables que he comentado al principio, junto con la mejora de la eficiencia energética, quizás la visión del futuro energético no sea demasiado pesimista.
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