Publicado en Ciencia, tecnología y sociedad

Imaginando la última discusión entre Clara Immerwahr y Fritz Haber

Hacía ya más de media hora que habían terminado de cenar cuando Fritz se dio cuenta de que no había visto a Clara desde que se habían levantado de la mesa. Los resultados del experimento realizado en la batalla de Ypres habían superado ampliamente los cálculos previos, y la tensión acumulada durante los últimos meses tanto en Fritz como en sus colaboradores se había liberado esa noche. ¡Qué mejores acompañantes para los eufóricos guerreros que una buena cena, un buen licor y un buen cigarro!

Últimamente las pocas horas que pasaba con Clara se habían convertido en momentos difíciles donde tenía que enfrentarse a un enemigo muy diferente al de las trincheras francesas. Su mujer creía, inocentemente, que las aplicaciones del estudio científico obligaban a respetar la vida, que había unos límites morales que la ciencia no podía sobrepasar de ninguna manera. Fritz trataba de hacerle entender que las reglas cambiaban en épocas de guerra, donde todo se debía supeditar a la defensa del honor de la patria. La excusa del trabajo le permitía eludir esas batallas domésticas, pero empezaba a preocuparse por la situación y, sobre todo, por la salud de Clara, así que fue en su busca y, como esperaba, la encontró sentada en el jardín.

Clara Immerwahr, By Unknown author – S. 127, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9566277 y Fritz Haber, By The Nobel Foundation – http://nobelprize.org/chemistry/laureates/1918/index.html, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=365964.

Fritz: Clara, cariño, ¿por qué estas llorando? Deberías alegrarte de que, gracias a esta victoria, por fin nos tratarán como verdaderos alemanes.

Clara: ¿Verdaderos alemanes? Para que nos consideren verdaderos alemanes, ¿hace falta provocar una horrible muerte a miles de seres humanos? ¿Tan importante es ser alemán como para estar dispuesto a pagar semejante peaje?

Fritz: ¿Crees que es mejor estar aguantando durante generaciones, como bien sabes que han hecho nuestras familias, las dudas y desprecios de muchos de nuestros vecinos, a pesar del trabajo honrado e incluso de los edictos de las autoridades? Gracias a mi trabajo, ahora Alemania verá lo valiosos que somos, tanto en la guerra como en la paz.

Clara: Por Dios, Fritz, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Ahora te aceptan porque les eres útil, pero en el momento que cambien las circunstancias, volverás a ser un judío converso y te rechazarán con cualquier excusa.

Fritz: ¿Cómo puedes decir eso? Mi ciencia ha garantizado a Alemania el suministro de alimentos para las futuras generaciones, sin tener que depender de países extranjeros; y mi ciencia hará que el resto del mundo respete a Alemania y se lo piense dos veces antes de desafiarnos. Este país no olvidará todo lo que he hecho por ella, ¿no ves que ya me han hecho capitán?

Clara: ¡Tu ciencia! ¡Para ti no hay nada más que tu ciencia, el resto del mundo está ahí para que tú puedas hacer tu ciencia! No te das cuenta del horror que nos viene encima…

Fritz: ¡El horror para nuestros enemigos, y para nosotros la gloria! He dado a Alemania las llaves de la vida y de la muerte, para que lidere una nueva era. ¿No te das cuenta Clara, de que vamos a entrar en la historia de este país?

Clara: Sí, Fritz, sí, en la historia del mal, y nuestras familias arrastrarán esa maldición durante generaciones… Incluso Victor Frankenstein se dio cuenta del monstruo que había creado y se arrepintió hasta el fin de sus días.

Fritz: ¡No entiendes nada, Clara! Eres un espíritu débil, no estás preparada para vivir en el mundo actual.

Fritz no pudo aguantar más y volvió con sus compañeros de regimiento para seguir la fiesta. Unos minutos después, su hijo Hermann fue a buscarle con las manos y la ropa ensangrentada. Clara había cogido la pistola de su marido y se había disparado en el corazón. Era el 2 de mayo de 1915 y al día siguiente Fritz partió al frente ruso a supervisar nuevos ataques químicos.

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